Ella, ella era una chica de las más bonitas que he conocido, por fuera pero sobre todo por dentro. Por dentro es más que preciosa. Aunque ella no lo veía, no lo ve. Era incapaz de verlo pues estaba ciega, para sí misma. La revolución interna que constantemente luchaba día a día esta chica revolucionaria la había dejado así, con los ojos solo para sus conflictos y luchas internas pero no para ver lo bonita que es tanto por dentro como por fuera.
Y sí, ella es una verdadera chica revolucionaria de las que llevan su lema por bandera aunque esta estuviera pisoteada, por los demás. Luchaba, lucha y luchará por lo que quiere, por lo que vale la pena y por los demás.
Es una de esas chicas a las que no le importaba nada y que pena me da escribir esto en pasado pues ella era una verdadera chica revolucionaria, con sus virtudes y sus defectos. Recuerdo que ella siempre decía que tenía más de lo segundo que de lo primero pero ahora, directamente, sólo dice que tiene miles de defectos y ni una sola virtud. Me jode que piense así porque ella sabe que tiene mil y una virtudes como esa maravillosa sonrisa que tiene y que brinda a los demás hasta en sus peores días, o esa bondad inmensa y ese jodido corazón que aunque muchos capullos se lo hayan hecho añicos no le cabe en el pecho, o esa brillante fuerza que es sobrecogedora y que muchos desearían tener aunque ella piense que es muy débil pero lo es porque ha sido fuerte durante mucho, muchísimo tiempo y ya se está cansada pero sigue siendo fuerte.
Ella, simplemente es perfecta y no sé da cuenta de ello.
Ojalá llegue a su vida un príncipe que le haga ver lo maravillosa que es e incluso que le haga elegir si república o monarquía, por eso de ser revolucionaria y roja a la vez. Al igual que ojalá llegue pronto y así que no se crucen muchos capullos por su camino de esos que no son de flor que la destrozan, le hacen el corazón añicos y le roban esa maravillosa sonrisa que tiene. Ojalá y pronto vuelva a ser la misma chica de antes, la chica que conocí hace tiempo y que derrochaba felicidad y alegría por los cuatro costados. Ojalá vuelva a ser aquella chica que aunque revolucionaria regalaba sonrisas verdaderas a todos, incluso a sus enemigos.
Recuerdo cuando la conocí. Iba con un precioso vestido que creo que era amarillo pero no lo recuerdo del todo, llevaba unos tacones negros que le hacían segura de sí misma (se le podía ver en su mirada) y llevaba un rojo de labios que hipnotizaba a todo aquel que lo mirase pero no por el rojo sino por sus labios. Recuerdo que sonreía (¡de verdad!) y se la veía feliz. Realmente feliz.
Tiempo después, ahora, es toda una antítesis de ella misma. Todo ha cambiado demasiado, hasta ella. Aunque hay cosas, pequeñas cosas, que siguen igual. Se sigue poniendo ese rojo de labios pero ya no es feliz ni sonríe de verdad ni derrocha felicidad y alegría por los cuatro costados. Es triste, muy triste pero cierto.
Ha cambiado mucho, tanto que ya no es la chica revolucionaria que conocí pero gracias a ello, a la vida, está más revolucionaria que nunca, con su interior y consigo misma y se ciega tanto en ello que no puede ver más allá. Por eso siempre acaba con capullos que no son de flor pero la engañan y le hacen polvo el corazón. No se da cuenta de que con su sonrisa enamora y que más de un chico mataría por estar con esta chica revolucionaria más revolucionaria que nunca porque eso la hace incluso más bonita y ya os digo yo que es perfecta con su rojo de labios, con su sonrisa, con su mirada, con su vestido amarillo, con sus tacones negros, con sus virtudes y sobre todo con sus defectos, con todo, es perfecta.
Ojalá lo vea ella y deje de mirar a la revolución que hay en su interior para fijarse en sí misma, por dentro y por fuera, porque verdaderamente es preciosa, se mire por donde se mire.
Y yo le digo a ella, a la pequeña chica revolucionaria de rojo de labios, vestido amarillo y tacones negros que viva la vida, que se levante el vestido y empiece a bailar, a sonreír, a disfrutar y a querer pero sobre todo a que la quieran.
Me dirijo a ti, pequeña revolucionaria, vive aunque sea en constante revolución pero vive con ella pero ante todo sé feliz con tu pequeña (o tu gran) revolución.
Y sí, ella es una verdadera chica revolucionaria de las que llevan su lema por bandera aunque esta estuviera pisoteada, por los demás. Luchaba, lucha y luchará por lo que quiere, por lo que vale la pena y por los demás.
Es una de esas chicas a las que no le importaba nada y que pena me da escribir esto en pasado pues ella era una verdadera chica revolucionaria, con sus virtudes y sus defectos. Recuerdo que ella siempre decía que tenía más de lo segundo que de lo primero pero ahora, directamente, sólo dice que tiene miles de defectos y ni una sola virtud. Me jode que piense así porque ella sabe que tiene mil y una virtudes como esa maravillosa sonrisa que tiene y que brinda a los demás hasta en sus peores días, o esa bondad inmensa y ese jodido corazón que aunque muchos capullos se lo hayan hecho añicos no le cabe en el pecho, o esa brillante fuerza que es sobrecogedora y que muchos desearían tener aunque ella piense que es muy débil pero lo es porque ha sido fuerte durante mucho, muchísimo tiempo y ya se está cansada pero sigue siendo fuerte.
Ella, simplemente es perfecta y no sé da cuenta de ello.
Ojalá llegue a su vida un príncipe que le haga ver lo maravillosa que es e incluso que le haga elegir si república o monarquía, por eso de ser revolucionaria y roja a la vez. Al igual que ojalá llegue pronto y así que no se crucen muchos capullos por su camino de esos que no son de flor que la destrozan, le hacen el corazón añicos y le roban esa maravillosa sonrisa que tiene. Ojalá y pronto vuelva a ser la misma chica de antes, la chica que conocí hace tiempo y que derrochaba felicidad y alegría por los cuatro costados. Ojalá vuelva a ser aquella chica que aunque revolucionaria regalaba sonrisas verdaderas a todos, incluso a sus enemigos.
Recuerdo cuando la conocí. Iba con un precioso vestido que creo que era amarillo pero no lo recuerdo del todo, llevaba unos tacones negros que le hacían segura de sí misma (se le podía ver en su mirada) y llevaba un rojo de labios que hipnotizaba a todo aquel que lo mirase pero no por el rojo sino por sus labios. Recuerdo que sonreía (¡de verdad!) y se la veía feliz. Realmente feliz.
Tiempo después, ahora, es toda una antítesis de ella misma. Todo ha cambiado demasiado, hasta ella. Aunque hay cosas, pequeñas cosas, que siguen igual. Se sigue poniendo ese rojo de labios pero ya no es feliz ni sonríe de verdad ni derrocha felicidad y alegría por los cuatro costados. Es triste, muy triste pero cierto.
Ha cambiado mucho, tanto que ya no es la chica revolucionaria que conocí pero gracias a ello, a la vida, está más revolucionaria que nunca, con su interior y consigo misma y se ciega tanto en ello que no puede ver más allá. Por eso siempre acaba con capullos que no son de flor pero la engañan y le hacen polvo el corazón. No se da cuenta de que con su sonrisa enamora y que más de un chico mataría por estar con esta chica revolucionaria más revolucionaria que nunca porque eso la hace incluso más bonita y ya os digo yo que es perfecta con su rojo de labios, con su sonrisa, con su mirada, con su vestido amarillo, con sus tacones negros, con sus virtudes y sobre todo con sus defectos, con todo, es perfecta.
Ojalá lo vea ella y deje de mirar a la revolución que hay en su interior para fijarse en sí misma, por dentro y por fuera, porque verdaderamente es preciosa, se mire por donde se mire.
Y yo le digo a ella, a la pequeña chica revolucionaria de rojo de labios, vestido amarillo y tacones negros que viva la vida, que se levante el vestido y empiece a bailar, a sonreír, a disfrutar y a querer pero sobre todo a que la quieran.
Me dirijo a ti, pequeña revolucionaria, vive aunque sea en constante revolución pero vive con ella pero ante todo sé feliz con tu pequeña (o tu gran) revolución.