Este texto lo escribí hace muchísimo tiempo, tanto que ni me acordaba de su existencia y hoy mirando viejos archivos en el ordenador lo he encontrado. Me trae buenos recuerdos, espero que os guste.
Recuerdo cuando
lo conocí. En aquel día de invierno. Lo hice gracias a su prima, mi
mejor amiga. Ese día me estaba duchando cuando sonó el timbre. Mi
madre o mi padre abrieron la puerta, no sé quien lo hizo porque no
estaba presente en ese momento. Me di prisa. Al terminar de vestirme
salí para coger mis gafas. Al salir del cuarto de baño vi a un
chico guapo. No lo podía ver bien, pues tengo miopía, solo veía su
figura borrosa sentada en el sofá al lado de mi padre. Mi amiga
estaba sentada en el otro sofá al lado de mi hermana y mi madre.
Todo me pareció que iba muy bien, todos estaban hablando
animadamente y incluso se reían algo. Al mirar a ese chico algo me
ocurría. El corazón se me aceleró y tenía un cosquilleo en el
estómago, además notaba como un inmenso rubor se extendía por mis
mejillas, ahora sonrosadas. Al ponerme las gafas y al verlo bien por
fin, el corazón de cien se me puso a mil y una convención de
mariposas se formaba en mi estómago. Creo que me enamoré a primera
vista.
-Hola...- dije
con la voz un poco quebrada.
El chico sonrió
y hizo un gesto de saludo. Me sonrojé y entré rápidamente de nuevo
al cuarto de baño. Me eche agua en la cara y mi subconsciente me
dijo: “No pasa nada. Es un simple chico, muy guapo pero un
simple chico. Además tú ya tienes novio. Piensa en él y
tranquilizate”. Mi amiga entró y me preguntó porque entré
tan rápido en el cuarto de baño. Me noto un tanto rara y nerviosa.
Se lo conté todo. No me dijo nada al respecto. Solo se quedo un poco
alucinada, anonadada, sin palabras, en un estado como de sock...no se
muy bien como explicarlo. Me secó el pelo para terminar antes y me
hizo una coleta alta que me quedaba muy bien. Al salir y al mirarlo
otra vez me pasó lo mismo. El corazón se me puso a mil por hora y
una convención de mariposas se formaba en mi estómago y otra vez
aparecía ese rubor en mis mejillas que me las dejaba sonrosadas.
Antes de salir mi madre me dio dinero. Me despedí de todos y el
chico, mi amiga y yo nos fuimos a la “pista de patinaje sobre
hielo”. Durante el camino estuvimos hablando. Él es de un pueblo
cercano, aproximadamente a unos 27km del mío.
No paraba de
mirar hacia su lado, estaba buscando su sonrisa mientras hablaba,
cada vez que lo miraba una sonrisa brotaba de mi cara y otra vez
aparecía ese rubor al que ya me iba acostumbrando. Sus ojos eran de
un color como el chocolate, tenía la mirada tan dulce como el
cacao. Todo era tan especial entre él y yo. En verdad estaba más
pendiente de él que de mi amiga. Cuando lo miraba me perdía en sus
ojos, su sonrisa era maravillosa y él era perfecto en todos los
aspectos, por lo menos para mí. Era muy gracioso y eso me gustaba.
Cada dos por tres me hacía reír y eso que solo hacía unos minutos
que lo había conocido. Sentía con él una conexión especial.
Notaba como una especie de química especial entre nosotros dos.
Cuando le miraba a los ojos sentía que solo estábamos él y yo y
nadie más en este jodido mundo.
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